-¿Y no te parece que en tus líneas de
ayer se observaba un marcado desdén por la “corrección política”?
-Ya lo creo; y no sólo en las de ayer.
-Duro estilo.
-Ni tanto. Ese dictamen sí podría a veces
casar con Quevedo, del que ni a tímido aprendiz me atrevo a considerarme; que
bien quisiera, de tanto como a su maestría debemos. Lo que pasa es que la banda
está borracha; y que está demasiado de moda esa tarta en la que andan mezclando,
y con tontería, los melindres del disimulo y el dengue resbaloso, cobardón, de
no llamar a las cosas por su nombre…
-… ¿de toda la vida?
-O del rigor y la mera propiedad.
-Igual son cosas de la globalización.
-Y de su esponja elusiva que de continuo
nos pasan por el cerebro con sospechoso e interesado mimo.
-¿Estás mayor y tu reino no es de este
mundo?
-Y que dejé ya el descafeinado de mi
prehistoria. Ahora, sólo café-café.
-O sea que el lenguaje “inclusivo"…
-¿El qué? Anda, tira.
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