¿Es
por tanto silencio
que
a veces habla solo?
Si,
fregando los platos
del
impar desayuno,
con
algún gesto torpe
se
siente inoportuno,
no
echa la culpa al gato
(al
gato que no tiene)
sino
a una distracción
de
mente o corazón
que
quizá no conviene.
Y
suelta un comentario
de
cónsul honorario,
cualquier
interjección
o
casual palabrota
que
suena a “déjà vu”
o
día de la marmota.
¿Son
señales de aviso
de
la atención que huye,
de
menguados reflejos
a
los que de improviso
-sin
pedirse permiso-
el
motivo atribuye?
Es
verdad que no ayudan
el
largo abatimiento
del
virus carcelero
ni
su deriva ruda
que
aquieta el sentimiento
y
el viento “pa” el velero.
-Mientras que sólo hables…
-Y que no sea en bable…
-Tienes el día gris.
-¿A que “sís”?
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