Abierto
mirador contemplativo,
un
claro cielo azul; las gaviotas,
dibujando
su lento vuelo altivo,
vigilando
lo que en la mar se mueve,
lo
que a ras de las aguas se alborota.
Consentimos
que el tiempo nos resbale
y
erosione la vida y sus relieves
como
un parsimonioso lenitivo
en
el que casi nada y todo vale,
ya
que el sueño es demasiado breve.
Verde
el gramón, cúpula octogonal,
la
vela blanca en esta barca quieta.
Arriba,
la veleta
se
oxida bajo el sol primaveral.
Cruza
diagonal la solería
el
compás raudo de una lagartija;
y
es la tarde de un día
en
que no me propongo idea fija.
Ningún
metódico reloj a mano
mide
las horas hoy en el jardín.
Y
este “blog” artesano,
predominantemente
cotidiano,
es,
con Los Pekenikes,
algo
embustero
y algo bailarín.
Y
desde aquí de nuevo reivindico
que
están enfrente, por la mar “alante”,
Santo
Domingo, Habana, Puerto Rico…
Celebro el hallazgo de su página, quizá tardío, derivado de la compra hoy en La Metralleta de un viejo vinilo de usted, con alguna raya, pero prometedor. Gracias por sus textos, que consultaré Dios mediante. Un saludo de Jesús Lillo.
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