A
ver, Harry y Meghan (quienes no dudo me aceptarán encantados la democrática familiaridad),
lo que se dice tortolitos no son. Tampoco gente cuyos “problemas” deban
movernos a la piedad.
Y
el mozo que, como nacido y criado en el negocio, conocía la trastienda, debió
advertirle a ella de los protocolos y acordar algo al respecto.
Los
protocolos son los que son y más vale asumirlos si te apetece entrar en un club
que tiene estatutos y reglamentos y que, por el momento, los defiende con un
rigor que otros, de manera algo intencionada, preferirán calificar de
anacrónica rigidez.
Cabe
considerar que no se prolonga, en lo posible, un imperio, británico además,
haciendo mayores concesiones al flexible blandiblú y al oropeloso mestizaje que
nos predican las modas. Y que ahí es todo un lote, quizá nada elástico, pero
que da para ritos, ceremonias y compromisos. Casualmente la resistencia de esas
estructuras está ayudando mucho al disparate de Gibraltar. Pero es lo que hay.
Supongo
que para el carnet de conducir se sigue exigiendo la superación del examen y la
aceptación del código de circulación correspondientes. Conque se puede “verlas de venir” y optar en
consecuencia.
Porque,
chicos, ¿no la toquéis, así es la rosa?
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