De
desaguisado en desaguisado, los españoles, muy a nuestro pesar, nos vamos entrenando
en el estupor. Lo cual es un asco, pero si no se le da una vuelta radical al
esquema, así vamos y así iremos.
Innumerables,
los ejemplos que a diario contemplamos con desolación para asegurar dicho fenómeno.
Cito
uno de los recientes, presentes, vinculados al “puente” de estas jornadas: ¿qué
mierda es ésta de que los aeropuertos sean el coladero de turistas foráneos
mientras se nos prohíbe e impide movernos a los de casa? ¿No vienen acaso esas
descoloridas gentes de fuera, de países que también andan encharcados en el
espanto del virus?
Dicen
los idiotas de los mandamases que se les controlará. Pero es mentira y lo
parece. Dicen que hay que activar (¿ya se acordaron?) el turismo y que el
sector lo necesita con urgencia. Cierto. Pero tanto se llenarían las plazas de
alojamiento y los restaurantes con clientes nacionales; sólo hace falta que no
los obliguen a permanecer encerrados.
Normas
que están sonando a capricho, arbitrariedad y discriminación, a ignorancia,
torpeza y mala fe, ¿hasta cuándo?
¡Qué
lejos, qué inocultable contraste entre la asombrosa moderación mayoritaria del
público, y la gestión enloquecida de estos indignos e indignantes dirigentes!
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