Encenagar
la mente de las personas mediante engaños.
A
veces se le dice a eso manipulación; adoctrinamiento; lavado de cerebro.
Con
seguridad es una de las actividades más execrables y criminales de las que con
espanto todos somos testigos. Por lo menos, testigos; con frecuencia, grave y
directamente afectados.
Ocurra
en detalles singulares o con programación y métodos perversos y de manera
sostenida, el daño que se produce es a menudo irreversible: una vez deformada
la conciencia del bien y del mal, casi no quedan posibilidades de arrancar
desde las raíces el árbol monstruoso que carcome y parasita una conducta y una
vida.
En
la política, por cierto, el separatismo lo viene haciendo durante años, echando
a perder generaciones enteras, a base de inocular odio e ignorancia. Sembrando
falsedades.
En
los casos particulares, cualquiera de nosotros conoce - incluso padece - ejemplos
sangrantes de matrimonios separados utilizando con crueldad a los hijos para
sus desgraciados enfrentamientos.
Y
aunque las escasas golondrinas de Tele5 no hagan verano, puede que lo de anoche
convenga. Que, si no sobra, tampoco esté de más.
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