Para añorarte hoy
sin descanso ni solución posibles,
tengo el sueño de anoche,
cuando tus muslos fueron mi almohada
y tus labios sensibles
no me negaban nunca -- nunca -- nada.
Para añorarte hoy
evoco las caricias de tus manos;
la risa por "tus ojos de gacela"
(de princesa traviesa
del Imperio Otomano)
y tu pelo, de enredos africanos.
Para añorarla hoy
apelo a mis hormonas sosegadas,
Fernando, y me responden:
"Pórtate bien, no es nada".
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