Con una lealtad digna de mejor causa, me
cuento entre los espectadores asiduos del Festival de Eurovisión. Es firmeza
que no se justifica, si tenemos en cuenta que en los treinta últimos años, a
ojo de buen cubero, el certamen ha empeorado a rachas y otras veces, incluso con
relativa mejoría, ha manifestado su condición errática.
Un hito en esta cuesta abajo de la
desvergüenza fue la edición en la que se suprimió la orquesta, y ya nunca más.
¿Un festival de canciones con música enlatada?, ¿acaso las televisiones que lo
nutren escasean de presupuesto? Bien es verdad que el nivel bajísimo de los temas
en concurso no merece mayor respeto pero quizá al público debería ofrecérsele algo
que tenga menos color de estafa.
En la dolorosa deriva de Eurovisión, países
recuperados o de nuevo cuño han ido incorporándose, interviniendo con más
resabios de folclores localistas que los Coros y Danzas; se han estrenado temas
por completo anodinos, que se dijera fotocopiados entre sí y de otros, añejos,
con frecuente ausencia de inspiración en las presuntas melodías, algún que otro
vetusto, amanerado, infumable ritmo de discoteca; mayoría de textos en inglés,
lo que significa abundancia de complejos de inferioridad; puestas en escena
atiborradas de bailarines que con su movilidad intentan en vano disipar o
mitigar el esencial aburrimiento de las canciones... Bien hizo Italia, en su
momento, con retirarse de este escaparate de mediocridad y hastío, aunque luego
haya vuelto al palenque.
Eso sí, mucho público, muchas banderas,
luces, efectos.
La representación española, que ha dado
bastantes ejemplos de lamentable envaramiento, sosería, vestuario cutre, falta
de imagen, suele aportar “cosas” tan inservibles como las demás. No parece este
año que vayamos mejor inspirados.
Supongamos que las firmas de prestigio
no se arriesgan al concurso, y otro tanto las voces ya acreditadas. Pero entre
los más o menos desconocidos, hay sobrados valores de la interpretación y la
composición que deberían ser convocados para con dignidad mejorar este
resultado, tan habitualmente gris.
Si esto no sucede, Eurovisión continuará
siendo una decepción prácticamente anual.
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