con su vocabulario profesional, mi doctor internista
viene a decirme que:
Leído el informe que se desprende del TAC o resonancia al
que me “invitaron” días atrás, no aprecia circunstancia que deba preocuparnos,
fuera de lo que la edad, acumulativa e implacable, trae de suyo. O sea, que
estoy bien de la cabeza.
No lo veo claro. Bien
de la cabeza… ¿yo?
Y ¿cómo no van a haberme afectado los padecimientos
innumerables que han ido aportando a mi itinerario “las mujeres que fueron
mías”, que decía cierta canción?
¿Cómo van a ser inocuos el miedo pánico, el carácter
hipocondríaco, la APRENSIÓN insuperable, los desvelos que en ocasiones
zarandean nuestro devenir, como el catálogo paradigmático de las más acendradas
zozobras que algún personaje planteara en un guión escrito por W. Allen?
(La salita de
espera anterior a la consulta no pasa de diez asientos disponibles. Quizá es un
cuadrado irregular con menos de tres metros de lado.
¿BIEN
de la CABEZA, cuando hombre y mujer chinos abren sin freno el alto guirigay de
su caudalosa, incesante charla de sonido mecánico, metálico, estridente, casi
frenética ella, barajando obsesiva entre las manos su teléfono móvil,
frunciendo el entrecejo de perpetuo enfado, agitando sin pausa pierna y pie, en
ese movimiento que, de seguro, todos conocéis, que daría para la instalación de
una dinamo “sostenible”?
Cuánto
me alegro de que el castellano tire a melodioso. Y de que (quizá porque nos
entenderían) hablamos menos y con cierta discreción y con no tan rabioso
volumen, en las antesalas de los doctores idealistas; de los galenos más
inefables y divagatorios.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario