La visita, contemplando la escena, detectando el visible
cariño, preguntaba:
– ¿Cuánto tiempo
hace que estáis juntos?
– Más de doce años,
contesté.
– ¡Y todavía tus
caricias son de deseo cuando, después
de jugar con su descanso al sol más que tibio de este abril, improvisando una
repentina ducha con la manguera del jardín, luego procedes a secar con mimo (disfrutando,
acariciando la elegancia femenina de sus formas) las gotas que, si no, dejarían
señales, como lunares de un traje de flamenca!
– Bueno, ya tenemos
una edad; y algunas arrugas. Pero,
aun con el cilindro que le falla, esta tarde soltará el ronroneo cautivador de
su puesta en marcha: vamos a Cádiz, que ya recibieron la pieza de acero
pendiente para el parabrisas de la “trike”.
Será
un paseo tranquilo: somos una pareja sosegada, lejos de las urticarias
ridículamente “rebeldes” que tanto estorban a Goytisolo, a la hora de ponerse
el correspondiente traje para la ceremonia.
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