Te digo, y perdóname por el atrevimiento, que no son
normales esas pestañas de oro; esos ojos de inconcebible color de pantano; esa
nariz como de encrespada y remota Nicole Kidman; y ese pubis que adivino o
imagino, bajo tu pantalón, listo para un imprevisible banquete nórdico de “delicatessen”.
No olvides avisarme, si te divorcias. Algo tendremos para
conversar.
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