Aquí ya se ha señalado con anterioridad la conveniencia
de distinguir y separar lo fundamental de lo accesorio, el contenido del
continente, el fondo de la forma y la chocolatina del “papel de plata”; por muy
de plata que sea.
Así que si Vuesas Mercedes caen, como yo, en la tentación
de Exodus, que es Éxodo sin más, se van a encontrar con todo el pronóstico: el
relato a estas alturas trilladísimo (los libros del “cole”, la Biblia, las
precedentes versiones cinematográficas repetidas, repuestas en TV a lo largo de
todas las Semanas Santas y Navidades) del contencioso entre Moisés y el faraón
de turno, con todo el jaleo del pueblo oprimido, las plagas mandadas por Dios,
etc.
O sea que, por archiconocido, falla el argumento. Y
entonces el mar abriéndose y cerrándose, los palacios, pirámides,
megaconstrucciones que dirían en Discovery Max, del antiguo Egipto, todo ese
papel de plata costosísimo que se han gastado nos deja un poco así.
O sea que el constructor,
por mucho que se luzca incluso enterrando casi a Ben Kingsley en un papel
pequeño y a la Sigourney en fugaces planos en los que casi desaparece con su
caracterización, por mucho que, hasta cierto punto, añada algo de “película
coral”, se encuentra sin plano de
arquitecto, sin edificio a estrenar, sin argumento, sin molla.
Este Moisés, encima, es menos metálico pero más soso que
Charlton Heston. Y el faraón de ahora no tiene la prestancia que aportara Yul
Brynner, en su día. Y por cierto, el niñito enfadado ese que sale, como símbolo
de Dios, o como emisario, tiende a minifuncionario insufrible y puede que no
hiciera falta.
En fin, estos Mandamientos ya no son lo que eran y,
llegando a 2015, el público ya andará, se supone, algo escarmentado, y acaso
perciba que la molla no sirve, que se
ha inutilizado por reiteración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario