La vida, el tiempo a veces, o quizá siempre, nos embotan.
Me pregunto cuántos (de entre aquella cofradía de absortos ante las hermosas
mujeres que el cine nos mostraba) recordaremos aún tus perfiladas hechuras, tu
rostro de “glamour” fino, tus ojos de…, no sé, dignos del catálogo que
deberíamos compilar algún día, con criterio personal, desde luego, pero
posiblemente compartido. Tu merecido sitio, aunque menos ruidoso que el de
otras, en aquel firmamento de mediados del XX, cuyas postales comprábamos, un
poco avergonzados ante la mirada socarrona o censora de la señora de la pequeña
papelería, los jóvenes coleccionistas y aficionados que fuimos; una o dos veces
por semana infalibles asistentes, para siempre seducidos espectadores del
milagro de “la gran pantalla”.
Qué lejos, todo aquello: qué lejos, todo. Qué desazón de
sueños desvanecidos, de cuentas pendientes.
Pasó de prisa; y más que va a pasar. Si no fuera
terrible, parecería una secuencia de Groucho o de Buster.
Sobrevivimos subdivididos en ciclos fugaces. Otra vez,
los días traen más horas de luz, rumbo a otra primavera, en otro almanaque,
visto y no visto.
Esto es lo que hay, así nos ha llegado la noticia, estas
semanas, de tu muerte, Virna Lisi.
¿Se ve algo, desde ahí, del otro lado?
Tienes razón amigo. Qué lejos todo y que cerca ya nada.
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