Estaría bien elegir las palabras con la más afinada
propiedad. Y también con un mínimo sentido de lo oportuno. Así que…
Por mucha caradura que se tenga, el 0.25% para las
pensiones y 3 euros para el salario mínimo, llamarle “revalorizaciones” a esos
microscópicos números es, por lo menos, hiriente burla con el personal.
Nadie percibe lo que nos intentan colar, como referencia,
del IPC. Ni siquiera la bajada coyuntural del precio de la gasolina cumple una decente
proporcionalidad con la del barril de petróleo. De las tarifas eléctricas, ya
ni hablamos. Etc. O sea, que no.
Cuando lo que sí se percibe es el despelote de dinero
público que tiene lugar a diario en los distintos niveles de la Administración
y en las cúpulas y altos despachos de las grandes empresas filiales y los maldisimulados
o descarados monopolios que tanto miman nuestros gobernantes, las palabras que
surgen, que suenan verdaderas y que van de molde son HIPOCRESÍA, CINISMO y ESCÁNDALO.
Con mayúscula y negrita.
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