martes, 9 de diciembre de 2014

La importancia de la "molla"



Aquí ya se ha señalado con anterioridad la conveniencia de distinguir y separar lo fundamental de lo accesorio, el contenido del continente, el fondo de la forma y la chocolatina del “papel de plata”; por muy de plata que sea.
Así que si Vuesas Mercedes caen, como yo, en la tentación de Exodus, que es Éxodo sin más, se van a encontrar con todo el pronóstico: el relato a estas alturas trilladísimo (los libros del “cole”, la Biblia, las precedentes versiones cinematográficas repetidas, repuestas en TV a lo largo de todas las Semanas Santas y Navidades) del contencioso entre Moisés y el faraón de turno, con todo el jaleo del pueblo oprimido, las plagas mandadas por Dios, etc.
O sea que, por archiconocido, falla el argumento. Y entonces el mar abriéndose y cerrándose, los palacios, pirámides, megaconstrucciones que dirían en Discovery Max, del antiguo Egipto, todo ese papel de plata costosísimo que se han gastado nos deja un poco así.
O sea que el constructor, por mucho que se luzca incluso enterrando casi a Ben Kingsley en un papel pequeño y a la Sigourney en fugaces planos en los que casi desaparece con su caracterización, por mucho que, hasta cierto punto, añada algo de “película coral”, se encuentra sin plano de arquitecto, sin edificio a estrenar, sin argumento, sin molla.
Este Moisés, encima, es menos metálico pero más soso que Charlton Heston. Y el faraón de ahora no tiene la prestancia que aportara Yul Brynner, en su día. Y por cierto, el niñito enfadado ese que sale, como símbolo de Dios, o como emisario, tiende a minifuncionario insufrible y puede que no hiciera falta.
En fin, estos Mandamientos ya no son lo que eran y, llegando a 2015, el público ya andará, se supone, algo escarmentado, y acaso perciba que la molla no sirve, que se ha inutilizado por reiteración.

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