Entre los infinitos laberintos kafkianos de nuestras
MACROADMINISTRACIONES PÚBLICAS, discurren, pululan, divagan y acaso se
exasperan de enfermiza melancolía los expedientes y casos, los legajos y
solicitudes que los ciudadanos españoles hemos cursado para su resolución.
Ayer, con alborozo asombrado, recibí de mi cartero, el de
la “vespa amarilla o así”, un
documento que me ha enviado la Consejería de Educación, Cultura y Deporte
(mezcla algo creativa y supongo funcionalísima). En él se me informa de la
resolución favorable que dicta el Registro de la Propiedad Intelectual acerca
de mi solicitud de inscripción de cierta obra musical que compuse en su día.
Presenté dicha
solicitud en Octubre de 2010.
El correspondiente asiento registral figura en Enero de
2012.
Y la comunicación que el cartero me da ahora tiene fecha
de Mayo de 2014.
La gratitud inefable y el gozo que me embargan por este
resultado no llegan a ocultarme la posibilidad de mejorar la velocidad,
ciertamente impresionante, de estos trámites.
Quizá falten funcionarios (¡en España tenemos tan
poquitos!) o una subida espectacular de sus sueldos que excite cabalmente el
celo deseado.
Propongo que Montoro (que Alá lo ilumine) estudie una
subida del IVA del 75% con cuya mayor recaudación pudiera lograrse el objetivo.
(Por cierto: tengo otra solicitud pendiente; pero ésta es
SÓLO de 2007.)
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