Creyendo que eso coronaría la fortaleza de tu levedad,
has hecho alarde de criterio selectivo y nos has soltado que eres “la chica de
ayer”.
Casi no hay por dónde empezar. Ya que ni siquiera tus
balbuceantes intentos de resultar redicha, y acaso semipizpireta, dan frutos
apreciables. Como no seas el paradigma, la quintaesencia de lo corriente (y
fuera de que por tu aspecto andas cerca de la escudería Zaldívar), cuesta
trabajo discernir tus presuntos relieves.
Nos ha tocado una penosa, borrosa y gris/desteñida época
de saldos. Y te imagino, admirable camarada, en los sofisticados pasillos y
salones de Bruselas, codeándote con esos fríos, distantes o poco asequibles
funcionarios y tecnócratas de aséptico y correoso talante. ¿Con qué gracia, con
qué encanto, con cuáles luces, aguerrida paladina, te los llevarás de calle,
los moldearás con la brillantez de tus argumentos e ideas, con la fluida
elocuencia de tu discurso, con tu vocabulario profuso, oportuno siempre,
eufónico y seductor, con los profundos conocimientos que acumulaste durante tu
deslumbrante itinerario académico…
para que los intereses de esta España (que tan federal,
republicanota y progre predicas) prosperen, para que tus banderas de feminista
militante ondeen sin percances, al viento entero de las preclaras libertades de
la izquierda, plena de hallazgos metafísicos, en permanente ascenso y mejora de
la especie humana?
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