-Sí, tú ahora, mucho protestar de la
tecnología y de los cacharritos pero tienes un pasado, como todos, que quizá te
acusa y desmiente.
-Tú dirás.
-Cuando eras mocito: fuera de darte con
ansia precoz a la guitarra eléctrica, que en aquellos tiempos cosa bien rara
era en Sevilla, luego, ya en el comienzo de tu profesión, sucumbiste sin
escrúpulos a más de cuatro chismes.
-Puede ser.
-Y tanto. Por lo pronto, fuiste el
primero que en Santa Fe de Bogotá se compró el “fuzz-tone”, el distorsionador
ese que los Stones estrenaron en “Satisfaction”. Y alguno más tuviste luego, ya
en Madrid. Eso sin contar en lo sucesivo con el “phaser”, el “flanger”, el “chorus”
(que tanto juego le daba a T.Luz para hacerte bromas)… el “wah-wah”, yo qué sé.
Hasta un octavador tuviste.
-Lo admito. Y de todo eso -que ya en el
pecado llevaba la penitencia de los nombrecitos en inglés- creo que el que más
me hacía tilín al principio era el “phaser” con aquel rollo de ola satinada. Y
conste que fui bastante remiso, remolón, y que a tantos otros “efectos” que
fueron saliendo ya dejé, en general, de apuntarme.
-Con la edad.
-Y los desengaños.
-¿Ya no eres la sombra de lo que fuiste?
-Ni la sombra me encuentro, tú.
El precio del progreso
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