Vuesas
Mercedes ya habrán advertido que andamos en la “festiva” impropiedad de las
palabras.
Antes,
el adjetivo y el pronombre posesivos tenían muy cabal interpretación y compartido
entendimiento. Mío, tuyo, suyo, nuestro, decían lo que querían decir; con
suficiente claridad. Pertenencia, vínculo neto. El lío ha ido llegando luego.
Luego,
que es ahora, tienes “tu” niña y “tu” silla de ruedas, saliendo de ese hospital
que también colabora en la estructura de artificialidad y desplazamiento de las
realidades, por legales que los hayan vuelto.
Los
más curiosos, “jartibles” irredentos, se preguntan si la otra señora (la de
alquiler) ha salido del asunto con la silla de ruedas correspondiente: detalle
menor, seguro que irrelevante ya.
El
notición, ése sí que sí, es otra portada de las clásicas, más sentimentalona
todavía que patética, gran tirada y venta de ejemplares, toneladas de
televisión, alta verbena de pirotecnias, ampulosos pronunciamientos
político-ideológico-ético-morales, comidilla popular, todo muy en la línea
histórica del personaje que tanto reconocemos.
¿Son
maniobras de distracción? ¿”Guasa” amable/irreverente de los gaditanos con
Felipe, rex, al cajón folclórico y pintoresco?
¿Alguien,
de verdad, quiere seguir sosteniendo lo de “al
pan, pan …” etc., el nombre de la rosa, el nombre de las cosas?
¿Qué
barullo disolvente nos va a quedar (después del inseminador profesional de los
500 hijos) cuando remitan, si remiten, los diluvios caprichosos, el
desperdigado y desperdiciado asombro?
¿Y
la boca llena del sacrosanto “interés del menor” o el impulso, con las
motivaciones que fueren, de los adultos en una sociedad empapada de antojos y
falseamientos?
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