jueves, 23 de marzo de 2023

Ante la pantalla

 

Reconozco que mi perplejidad y mi suspicacia ante las “maquinitas” de la revolución digital no están exentas de admiración.

Una cosa es que mi alta incomprensión de su realidad sea fuente de desazones e insomnios añadidos sobre mi ánimo, de por sí dado a la zozobra y a cierta inestabilidad emocional que la edad no ha rectificado sino antes bien subrayado con cierto regodeo.

Y otra, muy diferente, que no perciba el éxtasis remoto de contemplar al “Plegablito” blanco (los feligreses ya saben a lo que me refiero) elaborando con muy minuciosas concentración e independencia de criterio los pormenores que disponen en su seno ese trance entre misterioso y espectacular que él mismo titula “actualizar y apagar”.

Él solito; que también te digo que por otra parte se muestra dócil a esas normas educativas que, en relación con la tilde, la aventurera institución de la RAE deja en las manos, no siempre honestas ni bastante ilustradas, de nosotros, los redactores. Y en esos instantes, consigo que este artilugio de mis asombros resigne, a mi sosiego clásico, sus niñerías iconoclastas y sus pizpiretas propuestas de que le compre un helado.              

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