Creyéndose
inventores y detentadores de la única forma de vida existente, los urbanitas se
asustan al pensar que puedan encontrar vacíos los supermercados, desprovistos
de los artículos habituales, cotidianos.
Esas
cosas que suelen estar disponibles porque…
¿Quién
las produce? ¿Quién las trabaja? ¿Quién las transporta y las pone a nuestro
alcance, cómodo y bastante desentendido?
Esto
es lo de Santa Bárbara y los truenos. Porque no escarmentamos. Y urgen
soluciones.
Hay
que remunerar decentemente a esos trabajadores. Por lo mismo hay que TAMBIÉN
impedir el chuleo de las cadenas de intermediarios que parasitariamente
especulan de modo mafioso, para que el eslabón final de los consumidores no
pague, como siempre, los carísimos platos rotos, los precios que se inflan a
tope.
Hay
que resolver la locura de la luz eléctrica, la gasolina, etc. ¿O qué?
Ruina
segura, provisionalmente diferida a base de gigantesco despilfarro del dinero
público en administración fullera y subvenciones/sobornos para mantener apoyos
y acallar discrepancias, a España la vuelven un país de cobardes que, cada vez
más, aspiran a llegar a funcionarios: en su ceguera, en su pan para hoy, etc.
no quieren ni plantearse el fracaso garantizado de semejante enfoque, nada
sostenible si los VERDADEROS PRODUCTORES DE BIENES desaparecieran por completo.
Si no quedasen, para tirar del carro, esos emprendedores valientes que son, por
ejemplo, los agricultores, los ganaderos, la gente del campo y de la mar, todos
los que ahora ya no aguantan más.
Si
estos transportistas fueran sólo una minoría…
Rebozados
en mayoritaria mierda, nuestros ministros, soberbios, embusteros, no dimiten. Son
ejemplares funcionarios que no quieren perder el sueldo.
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