Que
las inercias y los quehaceres cotidianos aplacen y escatimen nuestros
encuentros personales, la comunicación telefónica empero suple algo esta
carencia.
Y
por teléfono tenían lugar los comentarios, a remolque de una su felicitación
navideña. El interlocutor de esa ocasión no es otro que Iñaqui (o con K de
euskera), pianista de pro, afincado con firmeza en predios de Benalmádena y
colega de mérito a quien, si no bastaran prendas personales, ya lo avala su
denominación de origen para hacerlo “grato
y cordial”.
Rememorábamos
ambos los tiempos en que, sobre todo por estas fechas, la televisión, sin
empachos melindrosos, hacía publicidad de la ginebra, el brandy (con frecuencia
e impropiedades de “coñac”), el ron, etc. cuyas liturgias son entre nosotros históricos
pilares para la coincidencia.
Qué
contraste, de bastantes años ya, en que, suprimida aquella jubilosa costumbre,
la economía/hipocresía de mercado (que en realidad “pasa” de nuestra salud) nos
atiborra de colonias, perfumes y cosmética variada en inagotables anuncios que,
con muy boba presunción de estilazo “moderno”, se creen que subrayan sus
recomendaciones con esos ruiditos en ese inglés con el que tan colonizados por la
globalización nos quieren.
Entre
risas, se me pasó sugerirle como desintoxicación, el gustazo de escuchar por
casualidad en el internete “Niente e’ andato perso” y “Un passo da te”,
intachables, admirables muestras de lo que Celentano y Mina (tanto monta)
significan para la buena música.
Lo
hago ahora, y para Vuesas Mercedes también, desde aquí.
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