un
dilecto amigo…
-Disculpa la interrupción. Este colega ¿es
el que está contigo en la foto que acaba de ser publicada en tus entresijos de
Internete, este día 1 de diciembre, titulada Los Cabos?
-No. Se trata de otro señor, más joven.
Digo pues que…
… este dilecto amigo baraja sueños, recuerdos
y otros inteligentes gajes de un devenir que ha ido estrechando nuestra
comunicación por lo que tiene, que no es poco, de coincidencias y afinidades
compartidas.
Devoto
del dry-martini, como de tantos hidromieles lo fui yo en mi dilatada época
etílica, goza a la sazón de alguna variante de la que me proporciona simpáticos
detalles que incluyen la alquimia de según qué ingredientes imaginativos.
Que
un su hijo, mozo y astilla de tal palo, colabore en las recetas, ha dado pie a
una interesante pirotecnia verbal de las que solemos prodigarnos con un júbilo
que casi nunca pierde los educados modales propios entre caballeros.
En
este tránsito de desorden (políticos + otros virus) que nos aqueja, al menos y
pendientes de un encuentro personal (“presencial”, dicen ahora los más
majaderos del rebaño), el ridículo adminículo que llamamos teléfono nos concede
de momento una metafórica y resonante cuerda de guitarra con la que
preservarnos, hasta donde posible sea, de las espadas de Damocles y los demás
naufragios.
Que
el ritmo no pare.
-¿A vuestra edad?
Que no pare, Maestro, que no pare. Así lo desea también el "devoto"
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