Perdón, don Joaquín, que yo,
columpiándome en la luna,
nunca jamás osaría
enmendaros plana alguna
ni título que voacé
dispuso con gallardía
y acostumbrada fortuna.
Sólo que la neurona
que custodia esta memoria,
un tanto loca o burlona,
tiene melindres de noria;
y cambió ese “bulevar”
-elegante, afrancesado-
por un “callejón” castizo
sin porqué justificado.
Ni dolo ni daño aquí
tienen lugar suficiente
porque no es mucha la gente
que lee los disparates
de este Hipocampo contrito;
y escasos son los orates,
hermanos de cofradía,
que en mis dispersos escritos
me honran con su compañía.
Es el propósito hoy
de esta redacción que doy
dejar de todo constancia;
y de todo corazón
os prometo la intención
de una mejor observancia.
Gracias de una fiel seguidora del hipocampo.
ResponderEliminar