Ni el cambio climático, cuyas consecuencias arrasarán zonas enteras del planeta, ni el meteorito fulminante que predicen los agoreros van a ser necesarios: nuestro mundo ya está listo para autoaniquilarse entre la superpoblación, los desequilibrios económicos y sociales, las ideologías perversas y demás "insignificantes" ingredientes, que hacen trizas la convivencia y mantienen en muchos lugares un semipermanente estado de guerra literalmente anexo a todas las variedades de apocalipsis posible (ahora mismo, Irak, HongKong, Ecuador... ¿hay que seguir la lista?).
Así que nos estrenan "Joker", que refleja lo que hay, alrededor de un personaje no tan ficticio, porque vive y padece sueños de gloria, gravísimo trastorno neurológico, entornos de sórdida violencia y miseria al máximo, soledad, menosprecio y abandono y, en fin, un insuperable vapuleo vital. De ahí (y no olvidamos a "Taxi Driver") a la reacción del comportamiento criminal hay poco paso que dar.
Phoenix, formidable, haciendo reflexionar al espectador, haciendo imposible su huida, el refugio todavía tibio de la "mirada hacia otra parte", dejándole en avestruz con el culo al aire, obligándole a la piedad (y quizá la comprensiva justificación) de lo tenebroso, lo horrible que, también, surge de lo humano.
Y espléndida, eficacísima, la música de fondo con sus excelentes subrayados de la tensión sobrecogedora que envuelve este film extraordinario.
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