-- ¿Qué estás leyendo?
-- Un breve ensayo sobre el fenómeno de los estados alterados de conciencia.
-- Cuéntame.
-- No lo he terminado de leer aún; pero, en general, analiza el asunto desde diversas perspectivas: causas, procedimientos inductores, objetivos perseguidos y/o logrados, etc.
También hace un recuento relativo de antecedentes en diferentes épocas y culturas. De siglos atrás, consta que hubo experimentos individuales y colectivos con, por ejemplo, las drogas, que en absoluto han sido una moda del siglo XX sino que fueron utilizadas siempre para trascender lo que entendemos, algo alegremente, por normalidad. La nómina puede abarcar desde los brujos de las tribus remotas hasta el opio que, en la fascinación por el exotismo oriental, incorporaron con manifiesta preferencia los más sofisticados exponentes del arte y la literatura, de la bohemia cultural o no tanto, y que luego, ya en tiempos recientes y populares, dieron nombres como Hendrix, Joplin y otros tenebrosos figurones excesivos del espectáculo que, entre evasión y ansias, exploraron con rabiosa curiosidad dimensiones insólitas a través de cocaína, heroína, LSD y la larguísima lista de sustancias que en demasiadas ocasiones se les llevaron por delante la cordura, la salud y la vida.
-- Ya dirá algo sobre el alcohol...
-- Bueno sería que no. Los devotos de su sabor, sus efectos desinhibitorios (sobre todo, en los grandes tímidos) y la desenvoltura creativa que puede proporcionar junto con el estímulo a las fantasías, a la inspiración y sus sinónimos, también conocemos su otra cara, su condición peligrosa de "arma de dos filos".
-- Y esto de la conciencia alterada, ¿será también la insufrible tomatera que tienen los separatistas?
-- No sé qué te diga. Ahora, lo que yo no descartaría como resorte para alterar la conciencia es el éxtasis de los amores.
-- O sea, el científico y celestial orgasmo.
-- Más o menos.
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