El campo se acalora. Por Gerena,
el Gordo y yo rodamos mano a mano:
hay un olor antiguo de faena,
con carácter honrado y aldeano.
En Cáceres y por segunda vez
no se encontraba Paco disponible;
conque para acortar este revés
cedí a un capricho harto previsible,
y el cuchillo que vimos Pepe y yo
en la excursión del pasado verano
(antojo recurrente cual rondó)
se añade a mi surtido veterano.
¿La colección mediana de armas blancas
que cunde en esta casa junto al mar?
Nada tiene de extraño
que un cangrejo ermitaño
con esa pinza a modo de palanca
se sueñe del acero un avatar.
¡Cuán abstrusas son esas aficiones
que en secreto se enroscan
por nuestros reservados corazones!
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