La preclara militancia,
insistente, lo ha elegido
mientras Susana, en privado,
mesándose los cabellos,
se sofoca, da chillidos
y con firme reluctancia
y trabajoso resuello
no digiere el entripado
que entiende como atropello
o un caso de nigromancia.
La asamblea, candorosa,
que está como si tal cosa,
repite cabalgadura
y define su postura:
"sostenella y no enmendalla".
De modo que el figurín,
que regresa al trampolín
apoyado por los suyos,
va a llenarse de medallas
como un incierto capullo.
No parece escarmentar
el centroizquierda español
si sólo sabe jugar
al guiñol.
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