Se estaba descuidando.
Las últimas semanas había recuperado para su dieta inverosímil y errática el consumo deleitoso de la zurrapa de lomo en manteca y de otras tentaciones favorables al colesterol.
Y el pálpito lo corroboraban sus propias miradas a una barriga que volvía a manifestar una curva algo prominente.
Para comprobar lo que ya presentía, consultó la báscula, y no marcaba nada. Coligió que la "pila" había llegado al fin de su existencia útil y la ansiedad fue en aumento, porque tendría que sustituirla, explorando primero el modo de zafar la tapadera del compartimento ad hoc; lo hizo, atendiendo previsoramente a la posición para la colocación posterior. Se vistió para ir a la ferretería, desdeñando en principio el estanco como posible expendedor, y un pantalón y un cinturón de referencia añadieron confirmación a sus sospechas y zozobra a su quebrantado ánimo.
La empleada de La Unión en la zona de playas seleccionó -- ante su titubeante ignorancia -- una batería nueva, de repuesto, en cuyo envoltorio leyó luego, de vuelta a casa, la críptica denominación de litio. Procedió a instalarla y notó que no había tenido en cuenta de qué lado estaba la anterior. Eligió una de las dos planas y redondas superficies y (ley de Murphy) la báscula denunció con sarcasmo su error. Experimentando una sensación creciente de acalorado agobio, optó por darle la vuelta y ya ahí...
86´8, en efecto.
Claro que habrá de reconducir este impropio desvío.
-- Aplaudo tu "trascendencia" en el blog de hoy.
-- Venga que, en ocasiones, intento darme un respiro.
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