Y de calidad.
Lo primero, la excepcional belleza de "La bailarina". Ahora que escribo, intento transmitir la emoción y (vamos a decirlo de una vez) las lágrimas que me sobrecogieron, como espectador en las escenas de la danza y la música que la envolvía y subrayaba.
Las cosas se dicen como se puede. Pero los sentimientos van más en lo hondo; y en la afortunada, favorecedora concentración a solas de esa sesión matinal inolvidable.
El Hipocampo suele recomendar poco y con una prudencia que, en este caso, merece ser depuesta.
A la tarde, ya con algo de público alrededor, "Sully". Y hay que ponderar de nuevo (dentro de su larga trayectoria de cine de primera) la naturalidad, la sobriedad y la aparente sencillez con que logra sus "films" Clint Eastwood, resueltos con mano maestra, escritos, dirigidos y producidos en general por él mismo.
Un gustazo que ni el prodigadísimo Tom Hanks consigue atenuar.
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