Ocurría allí, años cincuenta y muchos, años sesenta de ese siglo XX que mereció la pena.
Y no sólo por la Monroe, el Presley, la Wood y el Dean ( que tan malamente morirían), no sólo porque los de Liverpool abrieran el pórtico de la gloria de un ancho universo de inventivas estéticas.
En esos años antedichos, cuando nadie imaginaba aún la primera crisis del petróleo, que luego iba a joder muchos más de cuatro asuntos.
Todavía quedaban sueños, energías, un aceptable resto de firmeza y decencia. Esos puntales que buscamos ahora con las mejores lupas y andan desaparecidos por los vericuetos "light" de la epidemia de los idiotas sueltos. En fin.
Don Genaro, clase de latín, los cuarenta alumnos en el aula (Fortunato: un individuo) y aquella acompasada letanía de galeotes, de remeros de un barco fantástico en la metafórica altamar de Sor Ángela de la Cruz: SUM, EST, ESSE, FUIT, repetido, acentuado como un rítmico mantra, como un conjuro compartido, o como un canto de marineros en la taberna de un puerto sin tabernera...
Mayor que los que visten las Vírgenes de las cofradías sevillanas, queda un manto de olvidos pero sí, cierto, Alberto, también los adjetivos, los pronombres...
Un saludo.
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