El uno va empecinado en que le notemos su mala educación y peor uva. Tras la carita de "guapo" discutible y más bien relamido (con una pinta mucho más anticuada y repetida de lo que él se cree, o sea, enfundado en sus atuendos de la tercera división de los cortefieles), se ha cerrado en negar las evidencias y va poniendo de relieve su pataleta ridícula, mientras sus colegas de partido lo desprecian y le moverán cualquier día la frágil silla, dejándolo caer, rebozado en sus discursitos falseadores de presuntos progresismos, reformismos y bla, bla, bla y sin más verdad que sus ansias de figurón.
El otro, tardío y semireciclado sansculotte transmigrado al XXI, más o menos acratilla por lo bajinis; quejándose sin recato de que no parece que lo van a dejar jugar con la baraja "suya de él" y con las de los demás. Pueril autoarrinconado de la paja en el ojo ajeno mientras la viga en el propio, y repartiendo encabronados mordiscos y pellizcos porque no le han salido las cuentas del antojo.
Ambos, cínicos predicadores de los que luego no dan trigo. ¿Y le decís inmovilista y rígido al gallego?
Vaya cara.
Érase una vez un barco sin capitán y el tuerto de baja por depresión, a cuyos remos iba una tripulación de marineros mancos
ResponderEliminarremando sin timonel.