Como de costumbre, se oye de todo.
Y claro que en el norte de España, en general, llueve
cantidad, y unos años, todavía más que otros. Y nieva; y se deshiela.
Así que el caudal de los ríos se pone más que a tope, los
afluentes engordan el Ebro, que ya de por sí tiene su tamaño, y pasa lo que
pasa: los campos anegados, las cosechas y el ganado, a la basura, los pueblos y
ciudades, inundados, la gente evacuada, y las casas y propiedades destruidas
por el efecto del desmadre infinito del agua.
Por un lado, hace años se suspendió el Plan Hidrológico,
en medio de un caos de manipulaciones, egoísmos, política ratonera, intereses
espurios, interrupción en la que ya se perdió un dineral. Porque, en aquella
arrebatiña, el Ebro era, para una de las facciones que siempre organizamos en
Iberia, “intocable” y lo más “inteligente” es que el agua que sobra (que ya se
ve que es mucha) se tire al mar en vez de aprovecharla razonablemente, que para
eso están los ingenieros, las obras públicas, el regadío, etc.
Luego se añade que las leyes medioambientales prohíben el dragado, lo que hace pensar en
pruritos de ecologistas, ocasionalmente próximos a las paranoias utopistas. Y
lo que queráis añadir.
Ahora, nuevamente, así está la cosa. Se declara zona
catastrófica, nos arrean un palo extra en los presupuestos, total siempre
pagamos los mismos, y tan contentos.
Si se eliminó el Plan Hidrológico, ¿qué mierda de “plan”
es éste?
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