Quien
hizo la ley, hizo la trampa.
La
consecuencia exacta de eso vimos todos otra vez en el Parlamento.
La
ley electoral vigente, coladero malicioso y estúpido, permite y aun alienta que
una alianza de perdedores ávidos de poder escamotee y arrebate a los votantes
el resultado cabal de las elecciones.
Porque
a Feijóo lo avalan:
-Las
evidentes ruina y decadencia de una situación deteriorada, frutos de un pésimo
gobierno.
-Los
datos y las cifras, incluso oficiales, por más que, por costumbre, traen
maquillaje disimulón de serie.
-La
madurez y el aplomo en la tribuna, y una solvencia y experiencia gestora muy
superior a lo que le presentaron, o ni siquiera eso, sus adversarios.
-Una
metódica retranca gallega proverbial con la que esmaltó sus argumentos y su discurso
y rebatió el de los que procuraron medirse con él. (El “presi en funciones” no
se atrevió a exponerse a un seguro y merecido vapuleo: malo, pero no tonto, se
sabe de una mediocridad sustancial que el mando y las marrullerías no le
mejoran. Manso y resabiado, cobardeó en tablas.)
Pero
la zancadilla a quien podría ayudar parece decidida de antemano. Así nos va,
nenes.
Lamentablemente, así están las cosas en este país! Lo que es, sin duda, descorazonador, es la tendencia ya confirmada al mercadeo, la compraventa del poder por un punadito de votos de minorías que nos imponen su matraca insoportable gracias a la adicción al poder de este "jefecillo" que rige el destino de España
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