-¿El libre mercado, eh?
-Le veo pegas.
-Díme una, aquí entre nosotros,
modestísimos profanos.
-La especulación, que se ve claramente
favorecida, estimulada.
-Eso es porque el que puede, el que tiene
cierta sartén por el mango, rara vez renuncia a la posibilidad de sacarle al
prójimo la máxima cantidad de dinero.
-Lo cual que el desvalido consumidor -la
gente de a pie, que casi todos lo somos a la fuerza- para huir, por ejemplo,
del vampirismo de las eléctricas, se pasa al “pellet” y los mercaderes
correspondientes de ese combustible alternativo “le estaban esperando”, para
crujirlo también, cualquiera se lo iba a perder.
-Y también se señalan con escándalo los
beneficios brutales de supermercados, bancos, etc.
-Y eso que con fundamento cabe la
sospecha de que tales cantidades astronómicas son sólo las declaradas oficialmente.
Vamos, que falta lo que se oculta.
-¿Y?
-Que no hay autoridad ni poderes decentes
que pongan coto a este salvajismo, que limiten forzosamente los “precios galopantes
de las cosas” con decretos “ad hoc”, me da igual que sean decretos reales o
republicanos, coño. Que para otros temas, bien que se dictan sin tasa.
-Y entonces saldrían ranas diciendo que
se coarta la libertad…
-… de mercado: exactamente. Más que nada
porque ya queda poco margen para que nos exterminen, vía ruina.
-¡Madre mía!
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