El campo a cada lado; las señales
de la abundante lluvia que ha caído;
el homogéneo rumor del AVE,
su apacible sonido.
Se marca en la pantalla la extra marcha
(dos, seis, ocho) de la velocidad
que me aleja de ti. Algo de escarcha
ahora que el invierno ya es verdad.
Voy a casa. La playa está esperando
(eso supongo), firme, mi regreso;
junto a la ventanilla sobreviene
esta literatura sin tus besos.
Me despide un Madrid bizarro y duro
que a mis años me cuesta navegar:
será que ya me he vuelto marinero
de los pinares, la arena y el mar.
Veremos qué me encuentro
en esta incertidumbre de por dentro.
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