Se afirma con frecuencia temeraria y loco jolgorio que "lo que no mata, engorda". Fuera de que el aforismo correspondía mejor a la época en que los kilos eran síntoma de lustre y de buena salud y envidiable bonanza, la frase es de una falsedad imprudentísima, con la que apenas podrían competir las de Sánchez y su equipo.
Que llevemos incorporadas bastantes "pelis" sobre el tema de que no sabemos entre qué sustancias nos movemos, no le quita razón ni razones a "Aguas oscuras".
Ni que la Hattaway no sea santa de nuestra devoción le quita a su actuación (siquiera no sea en este caso de primerísimo rango) la lograda composición del gesto, del rostro arrasado por el dramatismo de un personaje que nos muestra la tensión entre el miedo con motivos y la debida solidaridad con su paladín/marido, en la ficción.
"Film" correctísimo, planteando con las clásicas facetas los opuestos intereses de David contra Goliath, la deriva constante de los abusos del dinero contra las personas, la interminable lista de los escándalos, la indefensión y la vertiginosa sospecha con fundamento de lo que estarán echándonos encima, a tenor de lo que relativamente ya va destapado...
Lo que no cabe disimular es la aprensión y la frustración que las conclusiones finales no tienen más remedio que reflejar: la crudeza de sentirnos campo en barbecho para que tenga todo asiento el medro impío de los miserables y los criminales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario