Si Uds. experimentan la inconfundible e impresionante sensación de que la proa gigantesca de un portaaviones (o similar navío de guerra) se les echa encima, con notable peligro para su integridad física, entonces es probable que se encuentren Uds. en el cine, contemplando las primeras escenas de "Midway".
"Peli" bélica a raudales, extraordinaria producción, temerarias evoluciones de aeronáutica aplicadas a destruir barcos enemigos que explotan y/o se incendian pavorosamente, con impecable y espectacular verosimilitud, en respuesta al bombardeo de Pearl Harbor, que ya han tratado con anterioridad en la pantalla y aquí refuerzan, con eficacia y sobria dosis, actores de acreditado y reconocible oficio. En su género, cabe afirmar que no decae, estupenda de imágenes, sonido y música, ambientación y demás ingredientes de la mejor profesionalidad.
"La gran mentira" es, por contraste, una elaborada y detallista caja de sorpresas que va desvelando con parsimonia y administrada cadencia un timo a dos voces, de orígenes que se entrelazan desde un pasado que ha ido moldeando la conducta y las motivaciones de los protagonistas para que den curso a un profuso tapiz de doblez y mutuos engaños en los que, con algo de maniqueísmo, se justifica el regodeo vengativo del cazador cazado, el cobro de un antiguo agravio que lleva a cabo con sinuoso encono el implacable personaje de la Mirren.
Con estas actividades y una excursión al jaleo con que Sevilla, y tantas otras ciudades, se esponjan de ansiosos y desmesurados preliminares navideños, hemos procurado olvidarnos de los cotilleos y la peste política, que prosiguen, rayos que no cesan. Pero conste que el Hipocampo no les olvida a Uds. aunque lo tiente y retenga el colesterol delicioso de los mantecados de Estepa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario