El ALTO CONTRASTE entre el refinamiento y
la cultivada actitud vital de un excepcional pianista y los rudos modales “del
barrio”, que son la sustancia de un familiar y mafiosote superviviente, da para
una cinta que, no del todo road movie,
pinta bien, sin truculencias innecesarias, la gira que músico y chófer llevan a
cabo por los sureños estados USA, cuando la cosa era más flagrante de lo que
luego se ha ido relativamente ajustando.
En “The
green book” (que el santanderino Revilla preferiría conmigo “Libro Verde”),
el dúo idealista/realista podría reflejar tanta pareja de ficción que ya se nos
ha planteado antes y, sin empacho, apunta ejemplos de dignidad y otros, de
gramática parda; relieves de sutileza y sentido de cómo se componen las
situaciones pedestres, en lo que ambos personajes con reciprocidad van
educándose y encajando.
La “peli” demuestra con su natural y
legítimamente elaborada sencillez hasta qué punto van sobrando las muy
frecuentes alharacas que aquejan al cine contemporáneo. Y sí, seguramente es
verdad que el mundo está lleno de solitarios que no se atreven a dar el primer
paso; pero también de quienes lo dan, infructuosamente.
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