Entre sueños, escuchó el fragor del trueno, como si su crujido, tan encima de la casa, fuese a romperla en trozos. Y de inmediato descargó el aguacero, denso, zarandeado por un viento espectacular que hacía venir contra los cristales planchazos de agua horizontal y agitaba con furia la bandera del grifo heráldico y bicéfalo, en la esquina de la terraza delantera.
Se levantó y fue al baño. Cuando regresó a la cama, con el propósito de reanudar la noche, la coctelera de las palabras, ya le había sucedido demasiadas veces, le sugirió un comienzo que consideró y que se estaba desarrollando de manera espontánea.
Miró la hora en el despertador de la mesita: no eran las cuatro todavía y tuvo una tentación, un amago legítimo de pereza. Luego, al percibir que el hilo tendía a desvanecerse, se resolvió: con el invierno en puertas, esta primera y alevosa ola de frío polar, hay que abrigarse bien; vestido ya con las prendas de su más doméstica comodidad, bajó la escalera y conectó la luz del flexo.
Con uno de los varios "Bics" que tiene previsoramente repartidos por doquier, está elaborando, a esas deshoras, uno más de los apuntes que ha bautizado, para quienes los quieran curiosear, "Reflexiones del Hipocampo".
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