Aunque no sostendríamos que es presa de contundentes ataques de epilepsia, no deja de inquietarnos el frenesí, el modo torrencial e incontenible de su logorrea, el volumen apabullante de voz con los que la Beni manifiesta en televisión sus furiosos anatemas y sus puntos de vista, con tal frecuencia descompuestos que sin duda la acreditan como espectacular y ruidosísima polemista.
La más vehemente beligerancia no suele reforzar el recto juicio de las cosas, ni concede verdad añadida a cualesquiera que sean los argumentos que se ventilen en una controversia. Tampoco a los que suenan tan descabellados, vociferantes y discutibles como los que casi siempre esgrimen el insistente genio y la figura imponente de la Beni.
Insoportable señora, capaz de provocar con sus gritados argumentos un dolor de cabeza a un sordo. Es lo que se estila en estos tiempos entre los tertulianos: mucho grito, poco contenido.
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