Anguita, con su tono didáctico y reposado, con un vocabulario claro y sencillo que muchos otros quisieran, habla con la Grisso y sus invitados.
Su discurso está preñado de sensatez. Así que es una lástima que pierda pie, cuándo no, al referirse a la "España profunda" (cuya contabilidad como votantes es tan legítima y no descalificable ¿verdad? como las otras); al citar a la "España del taconazo", los del "golpe de Estado del 36", tan residuales y no menos culpables que los otros de lo que pasó, etc., etc., poniéndose innecesariamente anacrónico, añejo, apolillado.
Lástima que se exceda en su postura ática, siendo un punto cortante y despectivo cuando los que preguntan extienden su vanidad -- a veces, de alevines -- con antesalas analíticas y divagaciones no siempre impertinentes.
Don Julio, anclado en sus socialismos internacionalistas todavía y tal vez para siempre, es otro que tal, de los que se apropian en exclusiva de ese progresismo que suena tan molón y que "pregona más que vende".
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