Tus ojos como faros
y tu nariz que tiende a Nefertiti;
y tu cuerpo lozano,
gobernando la audacia de tus manos.
¿Cómo no proceder con tal descaro
y la ambición que Doña Leonor
de Aquitania pusiera en su conducta?
¿Cómo esperar los movimientos mansos
en una res de calado y trapío
que, ya al pasar, trastorna sin descanso
las hormonas más hondas de los tíos?
¿Tú, dócil, mantenerte en los corrales
y no participar en abordajes
ni andar en bacanales liberales,
ni darte un homenaje?
No lo creo.
Tal como yo lo veo...
La melena flotante, los andares,
los tentadores, calientes ijares...
Para generaciones venideras,
hagamos con detalle tu pintura
de "sabia cortesana",
y pongamos, ciñendo tu cintura,
flores patricias, como a una romana,
en un marco tallado. De madera.
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