La monstruosa crueldad con la que se han pronunciado algunos bárbaros con respecto a la muerte de Víctor Barrio, vuelve a destapar no sólo la mala condición de tales opinadores sino la urgente conveniencia, la necesidad, de regular con la máxima firmeza y nitidez el campo de Internet, abonado para la siembra de todo tipo de inmundicias y la comisión de los más impunes desafueros y tropelías.
La tarea va a ser difícil y la consuetudinaria inoperancia de nuestros legisladores y gobernantes (cuando no su demagógica lenidad cómplice) la harán aún más difícil.
Nada tiene de "libertad de expresión" la manifiesta ferocidad de los facciosos antitaurinos que, sin hipocresías, incluye matices políticos propios del talibanismo. Por otra parte, llama la atención el activismo galopante de los sedicentes "animalistas", cuando tanto tiempo brillaron por su ausencia.
En todo caso, si no se imponen la responsabilidad y las drásticas y correspondientes medidas sancionadoras de las conductas execrables, nos veremos (ya estamos en ello) en la peor y más peligrosa de las selvas.
Que no es el sitio ideal para que los corderos ejerzan el silencio cobardón al que parecen tan aficionados.
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