No debemos juzgar por las apariencias o no sólo por
ellas; pero también, cuando el río suena…
Desde joven en la política, con los estudios bien hechos
y, por lo menos en apariencia, muy por encima del promedio de sus colegas en
cuanto a formación, desenvoltura y hasta imagen, este hombre, de larga y
principalmente brillante ejecutoria, dimite al final porque el Gobierno de
Rajoy, “el rajao” lo ha dejado solo, después de haberlo hecho salir al campo
para dar la cara como paladín del torneo que se celebra con el tema del aborto.
Que la izquierda es eficaz manipulando y azuzando a las
masas, ofreciéndole facilidades complacientes, caprichos disolventes y barra
libre en cada verbena, es una cosa sabida. Y cuando incuba y después inocula
una idea, va para largo. Así que, con más de un asunto, razonable o
disparatado, sensato o salvaje, cambiar o retocar el rumbo luego es labor de
titanes y casi siempre pulso perdido.
Y nuestra sedicente derecha ya no vale para mantener lo
que como ideología le corresponde, porque se ha vuelto debilucha y miedosica,
con tendencia a las componendas y a cumplir poco o nunca los compromisos tan
vistosamente pregonados. Que la izquierda haga trampas también no es disculpa.
Como resultado, hay mucho votante que no encuentra de
quién fiarse, y con razón. Pero lo que es la masa, está satisfecha, está
contenta: la facción más ruidosa proclama “nosotras
parimos, nosotras decidimos”. Ya podrían ir “decidiendo” también el uso riguroso, ineludible de los
anticonceptivos, que eso evita la “necesidad” (malformaciones graves y
violaciones aparte) de abortar. ¿O no?
En España (lo que llaman los meticulosos y los “pringaos”
este país) nadie dimite. Gallardón
en la presente coyuntura ha demostrado más vergüenza torera que muchos otros.
Así que no habrá que descartar su vuelta al ruedo, cuando proceda.
Hasta José Tomás (ya sé, Joaquín de Úbeda, que no hay que
comparar) lo hizo.
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