O sea, los muchachos de Jersey.
No descubrimos nada al manifestar que Clint Eastwood
lleva un montón de años demostrando un talento y un oficio, una maestría y un
sello de verosimilitud en las películas que viene dirigiendo, que ya los
quisieran para sí otros que hacen más ruido y alardean de un brillo no siempre
auténtico.
La recreación de Eastwood sobre la historia y vicisitudes
del grupo Four Seasons, o sea Cuatro Estaciones (estas traducciones son las que
hacen las delicias de Carod, el políglota), es un ejemplo de lo que afirmamos
en el primer párrafo.
Jersey Boys, o sea…, es una completa satisfacción para
los aficionados al cine y a la música. Un competentísimo entretenimiento, más
que surtido de aciertos, que nos traslada un retrato, facetas de una época que
tuvo consistencias que ahora podríamos echar de menos.
Christopher Walken vuelve a bordar su papel, su personaje,
y aporta un estremecedor, insuperable primer plano que nos costará olvidar.
No sabemos, claro, cuánta cuerda les queda a estos
veteranos, pero sus huellas, con suerte, no se borrarán.
Quede para los escrupulosos la policía de las pequeñas
distracciones, que decía el genio argentino.
Yo, de este cine americano, “malegro”.
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