Navegante sagaz y malagueño,
Pepe Checa me otorga ese perdón
que, en su errada opinión,
merece mi supuesto peloteo.
No entiende este querido compañero
de nuestras compartidas travesías
la honrada gratitud con que me esmero
al escribir latinas cortesías.
Disfrute Checa la cadencia hermosa
y la elegancia de las oraciones;
y deponga sus celos como cosa
impropia de varones.
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