Deploro no haber sabido nada, hasta anoche, de Augusto
Dalmau quien con sencillez vive su coherencia, su decencia de ciudadano de
bien, español y catalán al tiempo, su valeroso hablar claro de cuestiones
esenciales.
Pintor excelente de nobles y hermosas escenas de temática
bélica, militar (nada que ver con los timadores que nos infieren sus
inexplicables y presuntuosas manchas abstractas, casi siempre insoportables en
su fealdad), me deja en este momento como resuelto y agradecido admirador de su
arte y de su actitud tranquila y libre que le decidió a encontrar en Valladolid
el aire limpio que escasea entre los renegados.
Y me da un punto de satisfactoria energía que unos chicos
jóvenes, jinetes hábiles y ágiles del caballo loco, aunque poderosísimo, que es
“Internete” hayan puesto en marcha Despilfarro Público.com, con un éxito
inmediato y arrasador, como una señal luminosa de que la tribu cada día está
para menos parches.
Huele a tiempo de fulminantes sorpresas, de posibilidades
acaso esperanzadoras.
Ojalá den buenos frutos.
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