Diletante, elegante
Y, como buen francés,
Se ensimisma en un punto
De “gloire” y
de “grandeur” .
Luego, aunque finge disimular, tiene un orgullo fiero, un
aire de felino agazapado.
(Nos gusta salir temprano, de manera que la luna pueda
contarnos, mientras se va retirando, su última aventura galante en la noche de
discoteca.)
Le aseguro que no existen motivos para que sienta celos
de sus predecesores, cuyos afectos conservo en mi repertorio o en mi memoria:
la salita de estar, el pez azul y plata que tanto quise, la rombita, el gordo
precursor y veterano; incluso aquel joven aire transitorio. Y, por supuesto, el
valiente luchador que ahora debe enfrentarse al salitre.
Juntos, trazamos considerables, insistentes itinerarios.
Y, en ocasiones, somos un ancho y caudaloso brazo de mar, depositarios,
consignatarios cuidadosos de la reinona.
Al regreso, suele oírme decir:
“Gordo, te has portado como un hombre”.
Y sabe que machismo, para nada, bis, bis.
Pobre perol... =(
ResponderEliminarEsa salita de estar, que con la emoción del gordo se te olvidó y no llegamos a tiempo de recoger su "1111".
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