Qué alabanza podré hacer de ti, qué apoteosis,
Antonio ilustre,
cuando desde tus pagos, más próximos a Itálica que a
Itaca,
envuelto en tu clámide impecable, impoluta e inconsútil,
laureadas tus sienes patricias,
envías la reiterada, deliciosa, contundente cornucopia
que resplandece satinada para situar estas calendas entrañables,
en el Olimpo de los dones que la sabia Estepa
crea y ofrece,
pródiga a los paladares epicúreos, a la suntuosidad del
placer
bajo el apelativo casi heráldico de
La Despensa de Palacio.
Salve, Antonio, tritón nobilísimo, Adelantado de la Mar
Océana
que baña las costas lujuriosas de Florida y
los añejos canales cercanos al arsenal de la Carraca.
No sabia yo, que entre los dones que tu Dios te ha concedido, estaba el don de ser un pelota. Aunque yo sea hijo de un dios menor, te lo perdono. Recibe un cordial saludo de este que te aprecia, Pepe Checa.
ResponderEliminarvaya par de dos
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